El traductor, ¿nace o se hace?

Seguro que al leer solamente el título pensáis que es un “típico tópico” de la profesión. Somos conscientes de la falta de originalidad que demostramos al tratar este tema pero también somos conscientes del deber que tenemos de expresar nuestra opinión al respecto. No nos demoremos más: el traductor, ¿nace o se hace?

Como pasa con todo en esta vida, existen defensores y detractores de ambas vertientes, opiniones a favor y en contra de cada una de ellas que vamos a poner de relieve. Si afirmamos que el traductor nace, deberíamos admitir que tiene cualidades innatas para los idiomas, profundo dominio de varias lenguas o al menos gran facilidad para aprenderlas. Está claro que esto es cierto, pero también, en nuestra opinión,  el traductor que nace debe contar con otra serie de habilidades como son la inquietud y la curiosidad por muchos campos del saber, por profundizar en temas y detalles concretos, la facilidad para expresarse con fluidez, para reformular una misma idea de formas distintas y, quizá la habilidad más importante de todas, querer entender y transmitir lo indescifrable. Todo ello sin olvidarnos de su carácter perfeccionista y exigente consigo mismo. Así pues, este cúmulo de circunstancias sería un buen “caldo de cultivo” para un traductor que nace como tal.

En el lado opuesto tenemos al traductor que se hace, ya sea con formación universitaria o con la práctica profesional, dos formas de “convertirse en traductor” que debemos diferenciar. Hace bien poco que la carrera apareció en el panorama universitario español debido a la demanda de profesionalización del trabajo de traductor e intérprete. En la década de los 90 surgieron los primeros licenciados y con ellos se materializó el sueño de tener una formación reglada. Pero, ¿ser licenciado en traducción e interpretación nos hace buenos traductores e intérpretes? Quienes trabajamos en este mundo, sabemos que hay muy buenos traductores sin formación específica y muy malos que son licenciados. Tener la licenciatura te da una base para poder empezar esta larga andadura, grandes conocimientos lingüísticos y una visión general de todo aquello que después verás en la práctica, pero, al igual que en cualquier profesión, te faltará la formación práctica que se adquiere con el desarrollo profesional. Y es que en el caso de la traducción no iba a ser diferente.

Por todo lo anterior, creemos que un buen traductor, además de poseer algunas cualidades innatas que le hagan decantarse por esta profesión, debe poseer ciertas habilidades adquiridas que dan como  resultado un completo profesional. La pasión por otras culturas, otras lenguas y la propia es fundamental junto con unas buenas habilidades lingüísticas principalmente en redacción y expresión. Cuando se conversa sobre este tema entre colegas, un punto coincidente es la importancia que tiene haber vivido en el país donde se habla la lengua que se traduce para estar familiarizado no solo con el idioma si no con el entorno cultural, porque traducir no es solo transformar lo que se dice a otro idioma, también hay que captar matices, referencias culturales, dobles sentidos, entender lo que se dice entre líneas, etc.

Y, por supuesto, todo este conocimiento se une al manejo de las herramientas y las prácticas adquiridas durante los años de formación universitaria o a la experiencia del desarrollo de la profesión. La tecnología evoluciona a pasos agigantados y los profesionales deben avanzar con ella. Asimismo, existen infinidad de programas informáticos y bases de datos que se renuevan continuamente que obligan a los traductores a estar reciclándose a cada momento.

No debemos olvidarnos que  el gremio de la traducción está formado en un tanto por ciento muy elevado de  profesionales por cuenta propia, por lo que además los traductores deben ser buenos gestores de su trabajo, de los tiempos de realización de los proyectos y de los plazos de entrega, deben ser  personas que trabajen bien bajo presión (plazos apurados, encargos de última hora, urgencias…) y con poder de decisión para solucionar situaciones en las que surgen diferentes opciones a la hora de traducir un mismo término de diferentes maneras.

En nuestra opinión, el traductor debe ser un profesional exigente y perfeccionista tanto con el resultado final de su trabajo como con el desarrollo del mismo. La traducción puede ser un tanto tediosa, monótona y aburrida: todo el tiempo frente al ordenador, realizando investigaciones, búsquedas terminológicas, contrastando fuentes de información… lo que nos hace caer en cierto desánimo o en el “conformismo”. Ante todo, hay que evitar acomodarse en los malos hábitos adquiridos con la práctica, intentar aprender con cada encargo, mejorar uno o varios aspectos del proceso de traducción para así evitar “oxidarse” como profesional. Se da por hecho que no se puede ser experto en todo pero el traductor debe indagar e investigar sobre el tema del que trata el texto que tiene entre manos, todos sabemos que todo buen trabajo lleva detrás un estudio previo y una labor de investigación en aras de un buen resultado. Sin embargo, el trabajo a contrarreloj, el ver la traducción solo como la cantidad de palabras que se facturarán hace que muchos profesionales “no pierdan el tiempo” en esa investigación y el resultado está claro.

No queremos decir con esto que todos los traductores caigan en una cierta dejadez, por decirlo de alguna forma, pero sí es cierto que si trabajamos desde casa sin recibir ningún tipo de comentario, crítica o revisión sobre nuestro producto final, se tiende a percibir el trabajo realizado como incuestionable.  Y con el tiempo si no tenemos ese feedback que nos haga estar alerta, nos vamos acomodando, no salimos de esa situación de confort y acabamos haciendo mecánica nuestra profesión cuando realmente es una profesión creativa. El traductor es, por consiguiente, un híbrido entre el querer y el poder, entre la voluntad y la constancia. Se nace con vocación de traductor pero la experiencia y la buena práctica nos moldean como profesionales. Aunque pueda parecer un debate con opiniones opuestas, cuando se charla sobre si el traductor nace o se hace, se llega a la misma conclusión: hay que contar con buena materia prima y muchas ganas para llegar a ser un buen traductor.

 

Lost in translation. ¡No te pierdas nada!

La época del año en la que más se viaja es sin duda el verano. Casi todos los españoles tienen unos días de descanso en periodo estival y cada vez son más variopintos los destinos escogidos. Si, al contrario que la mayoría, eres de los que huyes del calor, de las playas abarrotadas con chiringuitos llenos de familias con niños o de los ríos con orillas plagadas de neveras de camping y toallas y lo que prefieres es perderte en una ciudad de algún país extranjero, esta entrada está pensada para ti.

Gracias a la famosa Torre de Babel existen cientos de lenguas en el mundo y sabemos que dominar un idioma extranjero no es tarea fácil. Lo que pretendemos aquí, con ayuda de las nuevas tecnologías, es darte nuestra clasificación de aplicaciones móviles que te facilitarán mucho la comunicación en el país al que viajes.

Si has escogido como destino un país miembro de la Unión Europea estás de suerte porque el 15 de junio de 2017 se puso fin a la itinerancia de datos, o más conocido como Roaming, por lo que podrás viajar con la tarifa local que tengas contratada con tu operador móvil sin preocuparte de lo que vas a gastar y tu factura mensual no se verá afectada aunque salgas fuera de España. Si tu destino se encuentra fuera de las fronteras del viejo continente tampoco debes alarmarte ya que no es indispensable tener conexión de datos para utilizar muchas de las aplicaciones disponibles en el mercado puesto que la mayoría cuenta con versiones off-line que no requieren conexión a internet si te descargas antes un paquete de datos.

Sin más preámbulos, pasamos a enumerar nuestra personal clasificación con las cinco aplicaciones más recomendables si lo que quieres es aprender rápido un idioma o traducir en el momento aquello que necesites para comunicarte perfectamente con nativos del país al que viajas:

  1. Google translate

La aplicación estrella por antonomasia. Traduce entre 103 idiomas si la utilizamos con texto escrito y unos 52 idiomas sin conexión a internet. Si utilizamos la cámara, solo con enfocar un texto lo traduce a 30 idiomas y si hacemos una foto hasta a 37 diferentes. Además, podemos escribir directamente en la pantalla lo que necesitemos traducir en lugar de utilizar el teclado de nuestro dispositivo móvil e ir añadiendo palabras a un vocabulario personalizado de uso frecuente.

Por otro lado, la opción de ver la traducción de un texto solo con enfocarlo con nuestra cámara es bastante útil para cartas de restaurantes, carteles, señales, etc. al igual que la opción de traducir fotografías, que también funciona bastante bien. Como herramienta adicional, tenemos la posibilidad de copiar un texto de cualquier página web o aplicación para que se traduzca automáticamente. También es cierto que, viendo los comentarios, los usuarios se quejan de que ocupa mucho espacio puesto que la aplicación necesita 10 megas libres solamente para descargarla en el terminal sumados a los 30 megas del paquete extra de solo un idioma para traducir sin conexión (cada idioma adicional supondría más megas ocupados).

  1. Bravolol

Según su propia definición, es un libro de frases para viajes y un traductor de idiomas que contiene más de 800 frases y vocabularios usados comúnmente y, entre otras, una herramienta de pronunciación con la que escucharás a una persona nativa, grabarás tu propia voz y podrás oírte para mejorar tu expresión. Podrás hacerlo tanto con conexión a internet como sin ella pero solo en diecinueve idiomas entre los que están el inglés, francés, español, alemán, chino, holandés, tailandés, hindú…

Debes escoger el idioma que deseas una vez descargas la aplicación para que se descargue a su vez el paquete para trabajar sin conexión (en torno a los 20 megas dependiendo del idioma seleccionado). Es una aplicación muy interactiva que reúne frases por temática que puedes buscar por palabra clave, escuchar al momento y repetir cuando la situación lo requiera al igual que puedes guardar en favoritos aquellas que vayas a usar con más frecuencia.

  1. Memrise

Para comenzar, debemos mencionar que esta es la ganadora a la Mejor Aplicación en los Google Play Awards 2017, lo que de entrada nos indica que se trata de una buena herramienta. Está más orientada al aprendizaje de idiomas pero de una manera interactiva centrada en juegos, chat-bots (conversaciones con sistemas de inteligencia artificial) y vídeos de hablantes nativos.

Un posible inconveniente de esta aplicación es que nos exige registrarnos para crear un perfil con nuestros datos, pero no es nada que no hagamos en el resto de aplicaciones que descargamos. Es una aplicación muy visual y divertida puesto que se plantea una misión intergaláctica durante la que se aprende el idioma seleccionado con ejercicios de diferentes tipos con los que se van acumulando puntos para pasar de nivel. También se puede adquirir una versión “Pro” por en torno a los 30-40 euros.

  1. Duolingo

Al igual que la anterior, no nos salvará de un apuro en una conversación por lo que te la recomendamos también para aprender lo básico del idioma un poco antes de tu viaje. Lo primero que vemos antes de descargar esta aplicación es un listado de comentarios de revistas, periódicos y sitios especializados como el propio Google que puntúan francamente bien la aplicación. Es 100% gratuita y funciona de igual modo como si fuera un videojuego, con vidas, puntos totales, etc. Al elegir el idioma que queremos aprender seleccionamos si somos principiantes o tenemos nociones y pasamos a una prueba de nivel. A continuación pasamos de unidad en unidad de forma interactiva con ejercicios de traducción inversa y directa y vocabulario cuyo contenido pronuncia una persona nativa en todo momento.

  1. Babbel

En último lugar pero no por ello menos importante, queremos recomendar otra aplicación para aprender idiomas desde cero. Babbel ofrece un catálogo de 14 idiomas para aprender ruso, turco, polaco o indonesio junto con otros idiomas más comunes. De igual modo, debemos crear un perfil de usuario porque la aplicación nos permite continuar en el punto donde lo dejamos desde cualquier dispositivo con el que nos conectemos.

Hacen mucho hincapié en el tema de la pronunciación porque desde el primer momento debes repetir todo lo que la aplicación lee y evalúa tu actuación. A pesar de ser una aplicación de las mejores valoradas, solamente ofrecen la primera unidad gratuita de cada idioma. Después, has de suscribirte mensual, trimestral, semestral o anualmente. Si tienes mucha fuerza de voluntad y sabes gestionar tu aprendizaje es una muy buena opción.

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Estas han sido nuestras cinco recomendaciones de aplicaciones útiles para viajar o prepararte para tu viaje y hacer que la comunicación no sea ningún inconveniente para que disfrutes al máximo de la experiencia. Llegados a este punto, solo nos queda desearte… ¡buen viaje!

La polémica está “subtitulada”

Creemos que no exageramos cuando afirmamos que prácticamente todo el mundo ha visto alguna serie o película en versión original subtitulada alguna vez en la vida. En otro de nuestros blog,  cuando abordábamos el tema del reinado del doblaje y su supremacía en el mercado audiovisual en España, ya hablábamos de que el subtitulado no era el método preferido en nuestro país. A pesar de esto, son cada vez más las series y películas que se subtitulan con el objetivo, entre otros, de reducir el tiempo que pasa desde su estreno en el país de origen hasta que se comercializa en otros países con diferente idioma. A esto se suma la reducción de costes que supone la subtitulación frente al doblaje. Como no queremos ser repetitivos, vamos a centrarnos en lo que nos ocupa ahora: la subtitulación.

Vivimos en un momento donde prima ante todo la inmediatez; la sociedad de la información hace que los consumidores de productos audiovisuales demanden continuamente nuevas series y nuevas películas, lo que provoca que aumente la necesidad de subtitulación y traducción de guiones. Un traductor audiovisual trabaja con diferentes tipos de traducciones que ha de adaptar en función del público y objetivo finales. No resultará el mismo trabajo si se trata de un público que va a ver la serie o la película en versión original subtitulada o de un público con deficiencias auditivas, al igual que no es lo mismo la audiodescripción para personas invidentes que la localización de videojuegos. Todas estas son las áreas en las que se mueve el traductor audiovisual, un profesional que ha de estar preparado, formado y listo para lidiar con las dificultades que se plantean a diario en su trabajo.

Desde hace un par de años, se han introducido en el mercado español varias distribuidoras de contenidos audiovisuales que ofrecen un amplio abanico de series, documentales y películas a muy bajo coste, entre las que se encuentran, Movistar+, HBO o Netflix, por ejemplo. El volumen de producción de esta última debe de ser tan elevado que ha aparecido una y otra vez en la prensa la misma noticia: “¿Quieres trabajar en Netflix?”.

Tal es su necesidad de traductores que han creado una plataforma para realizar una prueba de nivel a aquellos que deseen formar parte de su equipo. Primero, durante el registro, hay que dar detalles sobre la experiencia que se tiene y especificar en qué áreas relativas a la subtitulación se ha trabajado anteriormente además de, obviamente, las combinaciones de idiomas con las que se trabajaría. Una vez que el traductor se ha registrado, recibe unas claves para acceder a una prueba de una duración total de 130 minutos como máximo. Se evalúa al candidato con un total de 5 ejercicios de los que tres son multirrespuesta, tanto en inglés, idioma de la prueba, como en los diferentes idiomas que se hayan indicado como lengua destino. Los dos últimos ejercicios son dos pruebas de subtitulación hacia la lengua destino. No conocemos la dificultad de las pruebas pero sí parece que hay que dedicarles bastante tiempo y, teniendo en cuenta el cuestionario de registro, parece que buscan buenos profesionales.

Profundizamos tanto en el hecho de que Netflix se preocupe a este nivel por la calidad de sus subtítulos solo porque nos sorprende, y no debería. Hemos observado que, en la mayoría de casos, no se reconoce la figura del subtitulador ni en términos de salario, ni de condiciones de trabajo y ni mucho menos de autoría. Traducir no es una labor fácil y ya ni hablamos de la subtitulación: se deben controlar el pautado, las técnicas de condensación, el argot que se emplea… sumado a que hay que saber contextualizar y localizar el mensaje para el país de destino y hay que lidiar con muchos juegos de palabras, bromas o chistes que resultan imposibles de traducir sin una explicación extra.

No nos quejamos de que nuestro trabajo sea difícil; aceptamos ya hace tiempo ese reto. Solo queremos hacer hincapié en la necesidad imperiosa de reconocimiento a nuestra labor como subtituladores. Proporcionalmente al crecimiento de la demanda de subtitulación, crece el número de aficionados que proliferan en la red como “traductores”. Esto hace que nuestro trabajo se vea infravalorado y nuestra imagen deteriorada porque aparentemente “cualquiera puede hacerlo” y en un tiempo mucho menor. Sí, en menos tiempo pero con una calidad cuestionable. A principios de año, una de las distribuidoras con más solera, Movistar +, salía al paso de ciertas acusaciones que se hacían eco sobre el uso de subtítulos piratas en su plataforma de pago. La polémica surgió al poderse ver en pantalla la firma del traductor y la web de donde procedían unos subtítulos en inglés durante la visualización de uno de los capítulos de la conocida serie “Shameless”.

Una de las razones por las que se han creado este tipo de plataformas online de distribución es para intentar luchar contra la piratería haciendo accesibles para aquellos usuarios “enganchados” sus películas, series y documentales favoritos. No podemos saber, por ejemplo, que el último capítulo de nuestra serie preferida se ha emitido en Estados Unidos y nosotros aún no lo hemos visto en España. El doblaje lleva muchísimo más tiempo y requiere un mayor gasto por lo que el subtitulado gana esta batalla. El trabajo de aficionados, individual o comunitario, prolifera en la red antes incluso de que la distribuidora de esa serie haya podido realizar los subtítulos contando con traductores profesionales. Al parecer, el debate surge cuando se mezclan productos audiovisuales de buena calidad por los que se paga, aunque sea poco, con subtítulos gratuitos realizados por cibercolaboradores.

Ahora bien, si no pagamos por estos productos, nos da igual que los subtítulos no digan lo mismo que la voz original, no estén revisados o no los haya hecho un profesional; total, es gratis. Pero al menos, van firmados. Podemos entender las prisas, la impaciencia o incluso la “labor altruista” que hacen estos aficionados, pero lo que no podemos entender es que aún no se reconozca la autoría de nuestro trabajo y no se nos considere un eslabón fundamental de la cadena. Si hablamos sobre los plazos, condiciones y tarifas del mercado, muchos pondrían el grito en el cielo: subtitulación, revisión, pautado y ajuste de subtítulos para capítulos de 40 minutos en menos de 12 horas; no contar con el guión o la transcripción y tener que sacar el texto de oídas viendo la pista de vídeo; la moda recientemente implantada de pagar por minuto independientemente del texto que contenga (no es igual una película de acción que una con diálogos continuos y voz en off), etc.

No nos queda más que retomar el discurso habitual en defensa de nuestra profesión porque cada vez hay más competencia y más intrusismo y si no nos valoramos y apoyamos entre nosotros, nadie lo hará. Con este objetivo se creó, hace alrededor de 6 años, ATRAE, la Asociación de Traducción y Adaptación Audiovisual de España. En sus estatutos la asociación recoge el propósito de “defensa de los intereses y los derechos de los traductores audiovisuales” junto con la defensa de la calidad de las traducciones, su utilización, el reconocimiento de los profesionales… También dedican gran parte de sus esfuerzos a ofrecer cursos y talleres de formación, asesoramiento y apoyo para los profesionales. Hay algunas profesiones que se ven más perjudicadas que otras debido a la situación económica actual, como es el caso de la traducción. Al igual que preferimos una película con buen argumento y buenos actores, deberíamos escoger productos audiovisuales con subtítulos de buena calidad. Solo si conocemos el esfuerzo y dedicación que requiere esta labor seremos capaces de reconocer la figura del traductor audiovisual en nuestro día a día.

¿Mejor en español o en inglés?

No se habla de otra cosa: el “gallo” del representante español en Eurovisión es la noticia del momento. Manel Navarro, sabadellense de 21 años, se toma con humor su comentadísimo fallo en la puesta en escena de su canción Do it for your lover durante el Festival de Eurovisión de este año.

Aprovechando esta coyuntura, nos gustaría hablar sobre este certamen musical internacional desde nuestro particular punto de vista lingüístico y analizar la representación española a través de las canciones que han participado a lo largo de los años, pero antes, aprendamos un poco más sobre los orígenes y evolución de esta seguidísima cita europea.

El Festival de la Canción de Eurovisión fue creado en 1956 por la Unión Europea de Radiodifusión (UER) para que todos los países pudieran participar en una emisión en directo y de forma simultánea a nivel internacional. Tomando como referencia el italiano Festival de la Canción de San Remo y en una Europa de postguerra, la retransmisión en vivo suponía un experimento tecnológico para la televisión de la época. En su primera edición celebrada en Lugano, Suiza, el Festival contó con 7 países participantes y la representación anfitriona resultaría ganadora de la primera de muchas ediciones, celebradas anualmente. España participó por primera vez en el año 1961 y lo ha hecho ininterrumpidamente hasta la actualidad.

Una vez contextualizados los orígenes del programa de televisión más antiguo que aún se transmite en el mundo (Record Guinness en 2015), centrémonos en lo que nos interesa: el idioma. En cuanto a este tema, la organización de Eurovisión ha ido modificando las reglas del concurso de manera dispar dependiendo del momento. Desde su creación hasta 1965, no existía restricción alguna en cuanto a los idiomas utilizados en las canciones; el año siguiente, en 1966, se impuso la regla que exigía que las canciones fueran interpretadas en uno de los idiomas oficiales del país participante. Esta norma se eliminó en 1973, volviendo a implantarse en 1977 hasta 1999, cuando se anuló de nuevo y dio pie incluso a canciones con idiomas inventados como fueron los casos de Bélgica en 2003 con el tema «Sanomi» y en 2008 con «O julissi na jalini» y la canción neerlandesa de 2006, «Amambanda».

Con esta total libertad llegamos a nuestros días, en los que no se sabe bien si es mejor opción elegir lo nacional o lo internacional. Es cierto que el español es uno de los idiomas más hablados en el mundo y que tiene una musicalidad especial, pero es innegable que el inglés es quien impera en la música pop actual, la que predomina en este concurso. La mayoría de los artistas españoles que triunfan a nivel internacional lo hacen con público hispanohablante, por lo que no necesitan cantar en otro idioma. Por el contrario, si un artista español quiere que su música se asemeje a los triunfos internacionales de artistas extranjeros, se ve forzado a cantar en inglés.

Ahora bien, Eurovisión pone de manifiesto la disyuntiva entre lo que puede tener más o menos éxito y la seña de identidad de cada estado. Los países que participan en la actualidad no solo lo hacen para presentar una canción y llevarla al número uno de la clasificación, también participan con el objetivo de aprovechar la retransmisión de esta emisión a nivel internacional para publicitar ciertos aspectos de la cultura, sociedad y atractivos que cada uno de ellos puede ofrecer; es un escaparate publicitario. De ahí que muchos “Eurofans” estén totalmente en contra de que el representante español cante en otro idioma diferente al nuestro porque piensan que el idioma es lo que más nos identifica y que de lo que trata este concurso es de mostrar lo mejor de uno mismo, incluida la lengua.

Con opiniones bien contrarias tenemos a los defensores del inglés en Eurovisión, el idioma de la internacionalización, la modernidad, que también se vincula con el estilo, el éxito y la clase, argumentos a los que se suma la idea de que si España canta en inglés se hace ver que el nivel de idiomas de nuestro país es cada vez más alto a pesar de lo que se pueda creer en el resto de Europa. Muchos artistas defienden la postura de que si una canción ha sido concebida en inglés, es absurdo modificarla para que incluya frases en español o incluso traducirla como se ha querido hacer en los últimos años en España porque, como todos sabemos, las canciones están mejor en su versión original. Aun así, si echamos un vistazo a las últimas diez participaciones de España en este concurso, cinco de ellas incluían palabras o frases en inglés o incluso una, la canción de Barei de 2016, Say Yay!, era una canción íntegramente en este idioma extranjero. ¿En cuanto a la posición en la que quedó España en la clasificación durante estos años? No podemos aventurarnos a decir si triunfa más el español o el inglés porque, consultando el listado, nos hemos dado cuenta de que siempre hemos quedado por debajo de los diez primeros puestos durante la última década. Quizá los encargados de la participación española en Eurovisión se deberían plantear si el verdadero factor determinante es el idioma de la canción o más bien la canción en sí o el artista que la defiende sobre el escenario.

Eso sí, al ver los últimos diez resultados del certamen, nos damos cuenta de que a nivel europeo triunfa mucho más el inglés que el idioma nacional de cada país: ocho de los diez últimos ganadores concursaban con una canción en inglés.  El caso es que nunca llueve a gusto de todos. Si nos quedamos con lo bueno, hay que admitir que Eurovisión es un espacio que genera mucho interés y sirve para acercar a los países que participan además de ser una oportunidad maravillosa para mostrar España a nuestros vecinos europeos.

El intérprete judicial

Cuántas veces nos encontramos con personas que han trabajado como intérpretes en juzgados, dependencias policiales, u otros organismos que no son traductores jurados. Entonces, ¿para qué existe el título de traductor-intérprete jurado si después cualquiera puede hacer el trabajo? Pues bien, el devenir de los tiempos ha acuñado una nueva figura profesional en nuestro sector, la del intérprete judicial.

Podemos decir a grandes rasgos que el intérprete judicial es aquel profesional que trabaja en dependencias judiciales y policiales, ya sea en plantilla o como trabajador externo, que necesariamente no tiene por qué ser traductor jurado. Los que trabajan en plantilla son funcionarios del Estado propiamente dichos que tienen que aprobar un concurso-oposición y suelen dedicarse a la traducción más que a la interpretación. Además, son un número muy reducido de profesionales en los idiomas más generales pues las pruebas se convocan de mucho en mucho y de una a dos plazas generalmente.

Ahora bien, con la apertura de fronteras y la creciente globalización ha surgido la imperiosa necesidad de tener que contar con intérpretes de los idiomas más diversos, de manera que los efectivos del Estado no podían satisfacer dichas necesidades y no quedó más remedio que contratar los servicios de profesionales externos. Así pues, en un primer momento se acudía al listado oficial y público de traductores-intérpretes jurados del Ministerio de Asuntos Exteriores y se seleccionaba al traductor-intérprete en atención a su ubicación geográfica y a sus honorarios profesionales. Pero era tal la demanda de intérpretes y el incremento de costes para este servicio, no hay que olvidar que en la mayoría de los casos eran asistencias a detenidos extranjeros, que se intentó canalizar el servicio a través de la Delegación Territorial del Gobierno. La Delegación Territorial, en aras de abaratar costes e infravalorando el servicio,  decidió que se debía pagar por jornada completa o media jornada, englobando así las asistencias breves en calabozo o declaraciones policiales como los juicios que demandaban más tiempo de lo pagado,  ni tan siquiera se pagaba por horas ni por asistencias y todo ello con unas tarifas irrisorias, lo cual llevó a que los intérpretes jurados no aceptaran en el momento preciso el trabajo y hubiera problemas en la búsqueda de intérpretes. Ser traductor jurado no te obligaba a tener que aceptar pues eras un trabajador por cuenta propia y menos con las tarifas que tu cliente te imponía.

La labor de encontrar al profesional cualificado de la combinación de idiomas requerida, disponible en el momento en el que se le necesita y que acepte las tarifas que se ofrecen era bastante complicada. De ahí, quizá, que la Administración hubiera decidido que sería mucho más sencillo que fuese una empresa externa quien se encargase de todo este proceso. El problema surge cuando los criterios prioritarios para seleccionar a las empresas de traducción adjudicatarias es la del precio más económico,  lo implica que los sueldos que reciben los intérpretes sean cada vez más bajos y de ahí que estas empresas recurran a personal no cualificado que son quienes aceptan trabajar por precios minúsculos. En el caso de la Comunidad de Madrid, son innumerables las noticias que, desde hace ya años, se hacen eco de la falta total de requisitos exigidos por parte de la empresa adjudicataria de dichos servicios en cuanto a titulación, experiencia e incluso a conocimiento de idiomas. Sin embargo, estas se defienden alegando que es responsabilidad de la empresa contratante, en este caso la Administración de Justicia, el control y seguimiento de la calidad de los servicios y aseguran que sus trabajadores tienen mejores condiciones y mayor preparación que cuando se encargaba la propia Administración de la gestión.

Llegados a este punto, surgen varias preguntas: ¿no es requisito indispensable ser traductor-intérprete jurado para ejercer como profesional en la Administración de Justicia o los Ministerios? ¿Incurren en negligencia alguna de estas empresas? ¿No existe ninguna ley o regulación que especifique quién puede ejercer la actividad y quién no? Francamente nos sorprende la respuesta negativa.

La legislación procesal en la que se hace referencia a la figura de traductor-intérprete judicial no incluye en absoluto los requisitos que se deberían exigir a los profesionales. La Ley de Enjuiciamiento Civil de 2000, por ejemplo, dice en su artículo 143.1:Cuando alguna persona que no conozca el castellano ni, en su caso, la lengua oficial propia de la Comunidad Autónoma hubiese de ser interrogada o prestar alguna declaración, o cuando fuere preciso darle a conocer personalmente alguna resolución, el tribunal por medio de providencia podrá habilitar como intérprete a cualquier persona conocedora de la lengua de que se trate, exigiéndosele juramento o promesa de fiel traducción. Queda patente que las exigencias son mínimas incluso a nivel legal, sin ser necesario el título de traductor-intérprete jurado ni ninguna formación universitaria en traducción ni  un nivel educativo particular. Lo que debería ser la excepción parece ser que se ha convertido en la práctica habitual y llegan a nuestros oídos continuamente situaciones en las que no se encontraba a un intérprete y se recurre a una persona cualquiera que hable el idioma sin considerar su nivel educativo, cultural y situación laboral. Un mero juramento, además, basta para validar la intervención que haga esta persona ante la Administración de Justicia. Al menos, la Directiva 2010/64/UE del Parlamento Europeo y del Consejo relativa al derecho a interpretación y a traducción en los procesos penales pretende crear un marco comunitario en el que se intente “establecer uno o varios registros de traductores e intérpretes independientes debidamente cualificados” (Art. 5.2), que sean a quienes se recurra para esta labor.

Dejando a un lado el “desamparo legal” del traductor-intérprete judicial y a los profesionales contratados por la Administración de Justicia, vamos a centrarnos en la figura del traductor-intérprete judicial que interviene contratado por una de las partes. Como cliente particular, suele ser el abogado de una de las partes quien contrata al intérprete (no hablaremos ahora de las traducciones escritas) para que intervenga en un proceso judicial cuando, por ejemplo, el acusado o uno de los testigos, por citar algunas posibilidades, no hablan la lengua del país.

A pesar de ser contratado por una de las partes, el intérprete judicial debe ser imparcial, no dejarse influir por el procedimiento en el que participa, no beneficiar a una u otra parte y ser lo más fiel y preciso posible con la traducción de lo que dice la persona interpretada. Con independencia del procedimiento que sea, la interpretación no es nunca una tarea sencilla, ya no solo por el vocabulario específico que se utilice, sino también porque se puede llegar a estar tan involucrado en el asunto que, sin quererlo, el intérprete puede llegar a posicionarse de una u otra parte según su visión personal. El poder de las palabras es inmenso y con el discurso podemos influir en abogados para que realicen determinadas preguntas y lleguen a ciertas conclusiones y al juez para que dicte sentencia favorable o desfavorable. Por ende, el intérprete es un actor fundamental en todo proceso judicial al que hay que tener muy en cuenta.

Es una lástima que exista tal desconocimiento de cómo ha de ser la intervención de los intérpretes judiciales en estos procesos por todos los actores, incluso por los funcionarios y trabajadores de justicia, porque en muchos casos nuestro trabajo se ve deslucido y no nos queda buen sabor de boca. Hemos comentado que el intérprete debe ser imparcial pero, al igual que el abogado prepara el testimonio de su defendido, no está de más preparar con el intérprete lo que se va a decir, en qué consiste el juicio, de qué se va a hablar, etc. No somos diccionarios andantes y no sabemos absolutamente todo de todo, por lo que una preparación previa sería más que recomendable. Es conveniente que el intérprete conozca a la persona o personas a las que va a interpretar un poco antes del procedimiento para que exista una primera toma de contacto en cuanto al acento del idioma en cuestión.

Una vez se entra en sala cunde el pánico: ¿dónde se sienta el intérprete? ¿Tiene mesa para tomar notas? ¿Tendrá un micrófono para que escuche bien lo que diga? ¿Cuándo debe entrar y abandonar la sala? Hasta los funcionarios y jueces no saben muchas veces cómo proceder en cuanto a este tema. Son detalles en los que nadie cae hasta que la situación llega y motivo por el cual los profesionales de la traducción e interpretación echamos en falta una regulación o normativa que controle al mismo tiempo que informe de cómo se ha de proceder. Siempre se intenta hacer el trabajo lo mejor posible pero las herramientas y medios de los que disponemos influyen directamente en un buen resultado y en la satisfacción de nuestro cliente, objetivo fundamental de cualquier profesional.

Como vemos, la traducción-interpretación judicial es bastante compleja y delicada puesto que existen diferentes escenarios y son diversos factores los que intervienen; se manejan temas diversos, de gran especialización y de diferentes ámbitos del derecho y, a pesar de que cada vez hay más necesidad de esta figura, no se llega a conocer bien su labor. En los traductores-intérpretes recae gran responsabilidad durante el proceso por lo que consideramos de vital importancia que se establezcan herramientas de control de la actuación de los profesionales de nuestro gremio para que el desempeño del trabajo se lleve a cabo en condiciones óptimas y por personas altamente cualificadas.

El traductor jurado

 

Cuando pensamos en un traductor, imaginamos una persona que trabaja frente a un ordenador rodeada de diccionarios de varios idiomas y consultando glosarios y bases de datos en páginas web imposibles de encontrar si no se tiene una experiencia y práctica previas. Si bien con frecuencia en el lenguaje popular se hace referencia al intérprete con la misma denominación de “traductor”, su labor es bien distinta. Esta frase corta hace entender la diferencia fundamental entre estas dos profesiones: traductor es quien escribe e intérprete es quien habla. Una explicación muy escueta pero que aclara bastante quién hace qué.

Nos vamos a centrar en esta ocasión en la figura del traductor-intérprete jurado. Si existe cierto desconocimiento en cuanto a las funciones de un traductor, cuando hablamos de traductores-intérpretes jurados o traductores oficiales, como se les llama en otros países, la duda aumenta. Podríamos resumir las labores del traductor-intérprete jurado si decimos que es quien traduce un texto a otro idioma confiriéndole validez legal al certificar que la traducción contiene exactamente la misma información que el texto original. Los traductores-intérpretes jurados son responsables del contenido de la traducción.

Puede que no se entiendan bien las funciones de un traductor-intérprete jurado sin su aplicación práctica. Si recurrimos a los casos más frecuentes, se solicitan traducciones juradas de documentos como títulos y expedientes académicos, certificados de antecedentes penales, documentos de identidad o pasaportes, certificados de nacimiento o de matrimonio, vidas laborales, etc. Se trataría de documentos expedidos por organismos públicos como ministerios o delegaciones y consejerías u oficinas de la administración pública.

También se pueden realizar traducciones juradas de documentos “no oficiales” de los que se requiere una certificación que lo acompañe en la que se asegure que el contenido incluye exactamente lo que el original recoge: declaraciones de experiencia de empresas, certificados de obra, currículos y cartas de recomendación, cuentas anuales… Normalmente las instituciones, organismos o entidades que solicitan este tipo de traducciones pretenden cerciorarse de que no se ha modificado en la traducción el contenido de los documentos originales para el beneficio de la persona interesada.

¿Cómo llegar a ser traductor-intérprete jurado?

Es el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación quien concede este título y para llegar a ser traductor-intérprete jurado hay que aprobar una serie de exámenes que este Ministerio convoca. Durante algunos años, debido a un acuerdo con ciertas universidades de Traducción e Interpretación, el MAEC otorgó este título sin necesidad de presentación al examen, siempre que se hubiera superado un número mínimo de créditos en asignaturas de traducción jurídica y/o económica y en interpretación de la lengua para la que se solicitaba el nombramiento. Ahora bien, esto duró poco quizá por la proliferación innecesaria de traductores con este título teniendo en cuenta la demanda del mercado y, según se ha constatado, dado el bajo nivel formativo y la mala calidad de las traducciones juradas. Todos aquellos que cursaban el último año de la licenciatura en traducción e interpretación y reunían estos requisitos, podían solicitar título de traductor-intérprete jurado, siendo el 30 de septiembre de 2015 la fecha límite, momento en el que este procedimiento dejaría de aplicarse. Como órgano que otorga este título, es el mismo Ministerio quien trata de uniformizar, regular y controlar la presentación de las traducciones.

Los exámenes que realiza el Ministerio ahora se han endurecido con lo que pretenden elevar el nivel de exigencia y calidad de los traductores-intérpretes jurados y de su trabajo. No obstante, hay varios aspectos de estas pruebas que generan controversia. Como requisito formativo de los candidatos, se indica que se ha de tener un título de graduado o licenciado español o extranjero que haya sido homologado en España, sin especificar cuál, por lo que no se exige formación en traducción e interpretación alguna. Por otra parte, durante dos de las tres pruebas escritas, no se permite consultar diccionarios, lo que no tiene similitud alguna con el desarrollo de la profesión de traductor en circunstancias reales, puesto que para realizar el trabajo se consulta continuamente esta herramienta además de glosarios, textos paralelos, documentos de internet, opiniones de expertos del sector…

Con frecuencia se añaden “privilegios” al escuchar hablar de que los traductores-intérpretes jurados son fedatarios públicos. El MAEC aclara que no son funcionarios del Estado, únicamente dan fe de que la traducción recoge de manera completa y fiel el contenido del texto original. Durante la carrera universitaria, se le da mucho bombo al hecho de ser traductor-intérprete jurado y parece que va a ser la panacea, que se cobra mucho dinero por traducciones cortísimas, que un traductor jurado tendrá muchísimo volumen de trabajo, etc. Algunos clientes equiparan nuestras funciones a las del notario e incluso a veces nos piden que acortemos una escritura centrándonos en lo básico o que añadamos un párrafo a la traducción que no aparece en el original para explicar algún detalle que quieren destacar. Pero eso no se puede hacer, un traductor jurado debe limitarse a reflejar de la mejor forma posible sola y exclusivamente el contenido del original, pero no puede hacer particiones o extracciones del mismo. Además del contenido, el traductor jurado debe reflejar cualquier marca, sello o firma que exista en el documento. Así pues, la traducción jurado debe identificarse visualmente con su original, es decir, debe copiar su forma lo más estrictamente posible. Es por esto que la traducción jurada es minuciosa y lleva su tiempo.

Y volviendo al tema de “fedatarios públicos”,  el hecho de jurar una traducción, de poner el sello y firma en el documento implica asumir una responsabilidad. Así pues, si uno no se ve capacitado para llevar a cabo una traducción, por los motivos que sean, es mejor no hacerla, puesto que de resultar mal se puede ver involucrado en graves problemas en el futuro. Y es que, como no se puede saber de todo, algunos traductores jurados  empiezan jurando las traducciones realizadas por otros profesionales bien porque los consideran más expertos en la materia, bien porque son nativos de la lengua a la que se traduce, todo ello en el ánimo de hacerlo lo mejor posible, y acaban “comercializando” con su papel firmado y sellado sin controlar qué es lo que al final se jura.  Sin adentrarnos en ninguna crítica, cabe recordar que somos profesionales y… que LO ESCRITO PERMANECE, LAS PALABRAS VUELAN…

¿Por qué dedicarse a la traducción e interpretación?

Decidir qué carrera universitaria estudiar no es una labor fácil en la mayoría de los casos. Cuando se tiene una fuerte vocación y se sabe desde siempre lo que se quiere hacer profesionalmente, no hay ningún problema, se sigue esa voluntad y deseo internos y se pone en marcha el proceso de formación que nos llevará a ser profesionales del sector en el que nos encantaría trabajar. Pero, ¿y si no lo tenemos tan claro?

Por norma general, se decide a una edad muy temprana lo que queremos estudiar o, simplemente, si queremos seguir estudiando o no. En caso de querer ir a la Universidad, se abre ante nosotros un amplio abanico de posibilidades y ramas de especialización. No es sencillo elegir y mucho menos estar seguros de que nuestra elección sea la acertada. De todos modos, errar es de humanos y se puede cambiar de opción y comenzar con un nuevo proyecto porque como se suele decir “nunca es tarde si la dicha es buena”.

Si prefieres la aplicación práctica de la lengua y te gustan los idiomas pero piensas que en filología se estudia demasiada literatura; si cada vez que escuchas una entrevista de tu actor extranjero preferido te encantaría ser esa vocecita que se escucha de fondo y que lo entiende todo a la velocidad de la luz, definitivamente, traducción e interpretación es la carrera de tus sueños.

Lo que pretendemos aquí es animar a escoger esta profesión a aquellos indecisos que no saben si la traducción e interpretación es lo que realmente quieren hacer en su vida laboral con opiniones y experiencias personales de profesionales del sector. Hay que reconocer que, como todos, el grado universitario de traducción e interpretación tiene sus cosas positivas y negativas para quien lo estudia. Requiere trabajo constante y diario, puesto que cuanto más se traduce, mejor se puede llegar a traducir, y lo mismo ocurre con la interpretación. Son trabajos muy gratificantes que exigen un continuo aprendizaje y práctica de por vida.

En los años de estudio del grado de traducción e interpretación se pueden elegir asignaturas optativas para especializarnos en un campo o varios: traducción técnica y científica, jurídica y económica, audiovisual, literaria, interpretación consecutiva, simultánea, bilateral, de conferencias, etc. También es cierto que la especialización se definirá en función de los encargos con los que se trabaje y la experiencia que se adquiera a lo largo de la vida profesional. Seguir formándose y aprendiendo es algo esencial y muy recomendable para todas las profesiones y más aún para los traductores e intérpretes. Hay que tener en cuenta que se trabaja con una herramienta viva y en continuo cambio como es el lenguaje y cada situación comunicativa, oral o escrita, va acompañada de un contexto social, económico y cultural que se debe conocer. No solo se aprende estudiando: viajar, vivir en el extranjero, relacionarse con personas de otras procedencias y con otras experiencias vividas y puntos de vista diferentes aportan siempre valor añadido al ser humano, tanto a nivel personal como profesional, que se puede aplicar en el día a día de la traducción e interpretación.

Para el traductor e intérprete, cualquier encargo de traducción supone un nuevo reto. No solo hay que saber traducir, hay que ser experto en el tema del que trata el texto con el que vamos a trabajar. Es muy difícil saber de absolutamente todo y en profundidad y por este motivo el traductor se suele caracterizar por ser una persona minuciosa y cuidadosa, curiosa e inquieta, alguien a quien no le importe pasar horas leyendo e indagando sobre un detalle concreto abordado en el texto que hay que traducir, estudiando el origen de una palabra y los matices de su significado, si dicha palabra se utiliza en un contexto u otro, en un país determinado o en otro… Por todo esto, la profesión de traductor tiene mucho que ver con la investigación y esa investigación habrá que hacerla por partida doble: en el idioma y país de salida y en el idioma y país de llegada. Nuestra labor ha evolucionado mucho en muy poco tiempo gracias a internet y a las nuevas tecnologías puesto que tenemos a nuestro alcance innumerables herramientas que hacen mucho más sencillo el papel de “ratón de biblioteca” propio de traductores e intérpretes.

En lo relativo a salidas profesionales, los traductores pueden ser freelance, o lo que es lo mismo, autónomos que trabajan para varias empresas y clientes particulares; pueden ser trabajadores de empresas o agencias de traducción, de editoriales, de empresas de subtitulación y doblaje audiovisual y, por supuesto, pueden dedicarse a la investigación lingüística o a la enseñanza de la profesión. Los intérpretes pueden trabajar en organizaciones internacionales, organismos oficiales en el extranjero, ser intérpretes de conferencias o de eventos internacionales (reuniones, coloquios, entrevistas, eventos culturales o deportivos…), entre otros.

Dada la globalización e internacionalización de los mercados, las empresas se reorganizan y dan lugar a nuevas posibilidades de gestión interna, por lo que no es tan extraño encontrar grandes compañías o multinacionales que han creado su propio departamento de traducción para realizar el trabajo desde dentro sin necesidad de externalizar este servicio. Esto favorece la especialización del traductor en un sector determinado: derecho, farmacéutica, ingeniería, comercio marítimo, transporte ferroviario… Con los departamentos dentro de las empresas se suelen agilizar los plazos de realización de las traducciones y asegurar la uniformidad en cuanto a estructuras gramaticales y vocabulario que se emplean en los textos traducidos.

Además, trabajar en el extranjero es una opción mucho más factible si se tiene buen conocimiento de uno o varios idiomas aparte del materno y si eres una persona a la que le apasionan los cambios y todo lo nuevo por conocer, esta profesión puede darte muchas alegrías. Hay muchísimas empresas, organismos e instituciones con sedes fuera de nuestro país que pueden necesitar a personas como tú. Si sientes predilección por los idiomas, con Traducción e Interpretación se afianzarán tus conocimientos y podrás orientarlos hacia lo que más te guste hacer, ya sea en un sector u otro, como traductor o intérprete, en una empresa o marcando tu propio ritmo como autónomo. Esperamos haberte transmitido la pasión por la traducción y la interpretación que tenemos en TransLittera para que llegues a formar parte de nuestra profesión.

El reinado del doblaje

Retomando el tema de si es mejor conservar el idioma original o fomentar el idioma extranjero, nos surge la duda de si se deben doblar las películas y series procedentes de otros países con los que no compartimos el mismo idioma o si, por el contrario, se deberían subtitular.

Si nos detenemos un instante a pensar en esas series y películas extranjeras que llegan a España y que consumimos con bastante frecuencia como parte de nuestro tiempo de ocio, nos daremos cuenta de que prácticamente todas ellas han sido dobladas.

En nuestro país, el doblaje es una industria muy valorada y con mucha tradición. ¿La razón? No sabemos si habría una única razón, pero al menos una de ellas puede ser el escaso don de lenguas con el que contábamos y contamos los españoles, por mucho que nos pese. El cine mudo usaba un lenguaje universal, pero cuando se pasó al cine sonoro, el idioma supuso un problema que hubo que solucionar de forma eficaz y rentable. Al principio, se grababa la misma película en dos o más idiomas, aprovechando los escenarios e incluso los actores; más tarde, para abaratar costes, se optó por una nueva técnica bastante exitosa, el doblaje.

En España se crearon varios estudios de doblaje durante la década de los años 30 pero fue en los años 40, tras la Guerra Civil, cuando esta técnica no tuvo más opción que implantarse de lleno. Bastante similar a la ley de Mussolini, Franco instauró una orden en 1941 por la que quedaba prohibida la proyección cinematográfica en otro idioma que no fuera el español. Además, añadía que el doblaje deberá realizarse en estudios españoles que estuvieran ubicados en territorio nacional y por personal español. En principio, desde un punto de vista proteccionista del idioma, la medida resulta bastante lógica dado el auge del momento del cine internacional a nivel mundial.

Otra visión es aquella que se posiciona en el extremo contrario: si las películas no se consumen en el idioma original, se pierde gran parte de la interpretación de los autores. El doblaje se verá marcado por la aparición en escena de la censura, para así modificar aquellos “detalles incómodos” que no se querían transmitir al espectador.

Una anécdota bien conocida por todos los cinéfilos e interesados en la historia del doblaje es lo que ocurrió con la versión en español de la película americana “Arco de Triunfo”, donde Ingrid Bergman niega con un evidente movimiento de cabeza que el caballero que le acompaña sea su marido mientras que se escucha un rotundo “sí”. Algún que otro retoque de doblaje se hizo en otros tantos títulos de largometrajes procedentes del otro lado del charco durante esta época para evitar así la fastidiosa necesidad de cortar tomas completas de la película.

A pesar de que la prohibición se había anulado a finales de los años 40, era muy difícil encontrar películas en versión original en España hasta bien entrados los 70, época en la que este tipo de filmes se podrían ver en salas de proyección específicas. Aún en nuestros días, por norma general, las películas se doblan y debemos acudir a cines concretos para poder tener acceso a su versión original subtitulada.

Los traductores tenemos trabajo para rato, tanto como productores de texto para doblaje como para subtitulación. Cada opción tiene su intríngulis pero, en ambos casos, el traductor debe enfrentarse a los juegos de palabras, bromas y demás; a la localización de la película; al conocimiento que los espectadores tienen del imaginario colectivo, es decir, lo que se presupone que se sabe de antemano, además de tener que ceñirse a la duración de la escena.

Para el doblaje, es importantísimo que el traductor tenga en cuenta el movimiento físico de la boca del actor para elegir una u otra palabra para que encaje bien en el resultado final. Otro recurso que los traductores suelen utilizar en caso de que el discurso sea más largo de lo que debiera es emplear aquellos planos en los que no aparece la cara del actor para continuar con la frase que se estaba narrando. De todos modos, es bastante habitual que a la fase de traducción le siga una fase de adaptación que llevará ya a cabo la productora cinematográfica.

Por otro lado, la subtitulación tampoco es tarea fácil. Esta técnica se basa en tres máximas: el texto debe aparecer cuando los personajes empiezan a hablar; este debe verse en pantalla el tiempo suficiente para que al espectador pueda leerlo por completo y no debe permanecer mucho más tras haber dejado el actor de hablar. En este tipo de traducciones, se recurre a la síntesis y se suelen escoger palabras más cortas entre las opciones posibles para que el significado del argumento se mantenga.

A pesar de haber sido una opción bastante desfavorecida en nuestro país, la subtitulación poco a poco consigue más partidarios que la prefieren frente al doblaje o a la versión original. Es cierto que requiere un esfuerzo extra por parte del espectador el hecho de ver una película con subtítulos: debemos estar pendientes de las imágenes, del texto y del argumento, una de las principales quejas o excusas para no ver este tipo de películas. El séptimo arte está pensado para relajarse y disfrutar en la mayoría de los casos y muchos prefieren no tener que concentrarse en leer frases que a veces ni da tiempo a acabar y otras veces no expresan lo mismo que lo que se oye en el idioma original.

En ciertos países, como Portugal o Noruega, cuya lengua se considera minoritaria, el doblaje se ve relegado a un segundo puesto frente a la subtitulación. La causa principal es económica pues no resulta rentable. Esto hace que los consumidores de series y películas desde muy temprana edad estén habituados a escuchar el idioma original y leer al mismo tiempo. Este hecho refuerza uno de los argumentos de nuestros días a favor de la subtitulación, ya que se ha demostrado que las películas y series subtituladas ayudan a aprender nuevos idiomas. Como el oído está acostumbrado y nos apoyamos en el texto traducido, se entiende más el mensaje y se tiene mayor facilidad para hablar en el idioma extranjero, con expresiones y frases hechas y más vocabulario.

Otro hecho que aboga por la subtitulación es que las series –sobre todo las americanas– se emiten antes en los países de origen y son “traductores aficionados”, por llamarlos de alguna forma, quienes suelen crear los subtítulos para que estas se puedan ver por internet al día siguiente de su estreno en cualquier parte del mundo y en infinidad de idiomas. Al mismo tiempo, se prefieren en su versión original, subtitulada o no, por el hecho de que cada vez se aprenden más los idiomas extranjeros y en el idioma original no se alteran los matices de los diálogos, los giros de las interpretaciones de los actores, sus voces…

Como hemos podido ver, tanto la subtitulación como el doblaje son técnicas con las que debe emplearse a fondo el traductor si se quiere obtener un resultado de calidad. Cada una con sus adeptos y sus detractores, sus ventajas y sus desventajas, conviven en la actualidad en el panorama audiovisual español. Ahora bien, ¿mantendrá el doblaje su reinado o será destronada por la subtitulación o incluso la versión original? Lo iremos descubriendo con el paso del tiempo.

¿Traducimos o adoptamos el extranjerismo?

Si pensamos en la profesión de traductor, seguro que nos viene a la cabeza la imagen mental de una persona delante de su ordenador, rodeada de diccionarios y glosarios, que pasa horas y horas buscando el equivalente perfecto para esa palabra tan difícil de trasladar a otro idioma. Otras veces imaginamos a una persona dentro de un cubículo a modo de pecera con auriculares, micrófono y una mesa de control con muchos botones sin parar de hablar, en una conferencia o congreso con cientos de asistentes. Todos tenemos alguna idea, preconcebida o no, de lo que es la traducción o la interpretación pero quizá es algo que no conocemos del todo bien y, sin embargo, es más cercana a nosotros de lo que pueda parecer.

Frente a la pregunta: ¿se consideraría usted consumidor o cliente de traducciones? Muchos responderían sin dudar ni un segundo con un NO rotundo. Otras personas, sin embargo, tras reflexionar un poco sobre sus hábitos cotidianos podrían cambiar su respuesta por un “sí”.

El hecho de que vivimos en una sociedad cada vez más globalizada es una realidad de nuestros días. El flujo continuo de personas que cruzan las fronteras entre países en los que se hablan distintos idiomas es cada vez mayor, lo que da lugar a un gran intercambio cultural. Tenemos el oído más acostumbrado a otros idiomas por esta misma globalización y nos hacemos menos sensibles cuando debemos detectar estos extranjerismos en nuestro día a día, posiblemente porque los hemos adoptado como nuestros.

Actos sencillos como escuchar música, ver la televisión o nuestra serie preferida, leer el periódico o una revista, navegar por internet, entre otros, nos hacen clientes de traducciones. En nuestro país, casi todas las películas están dobladas al español, lo que significa que ha habido un proceso de traducción y localización para que el mensaje que se quería transmitir en la versión original llegue al espectador; los libros más exitosos a nivel internacional se traducen a decenas de idiomas para alcanzar a lectores de todo el mundo; las entrevistas a personajes relevantes que publican las revistas han tenido que traducirse previamente para las ediciones de otros países, y qué decir de las numerosas páginas web que visitamos a diario… Estos son solo varios ejemplos de productos de traducción que nos convierten instantáneamente en ávidos consumidores de traducciones sin darnos apenas cuenta.

Por el contrario, la otra cara de la moneda es aquella en la que somos consumidores de extranjerismos. De hecho, la televisión es el principal canal transmisor de un gran volumen de palabras extranjeras. Existen estudios que muestran que la publicidad actual es mucho más atractiva si se añaden frases en otros idiomas y lo vemos en anuncios de perfumes con frases en francés, de moda en italiano, de coches en alemán, de tecnología en inglés…

Es cierto que hay sectores más influidos por extranjerismos que otros, como pueden ser el sector tecnológico con el alemán; los sectores científico y de investigación, con el inglés y también con este último a la cabeza está el sector de la comunicación en internet.

Adoptamos palabras de otros idiomas continuamente: a lo largo del día, si los contabilizáramos, superaríamos con creces la veintena. Desde la famosa señal de “STOP” que todos conocemos hasta las palabras que nos invaden en los informativos de la televisión o en la publicidad de periódicos y marquesinas de paradas de autobús o metro. Los refrescos son light; los libros más vendidos son best sellers; los ordenadores están repletos de software, alguno que otro para visitar webs o mandar e-mails; en los restaurantes los chefs nos cocinan entrecots, quiches o creps…

Con frecuencia surge la duda entre mantener la palabra o expresión en el otro idioma o utilizar un equivalente o traducción para el concepto que queremos expresar. Nos guste o no, nos vemos muy influenciados por la sociedad a la hora de elegir nuestra opción personal pero la Real Academia Española opta siempre por proteger nuestra lengua madre y escoger el equivalente o traducción existente en nuestro idioma. Por el contrario, se piensa que utilizar el inglés o francés, por ejemplo, aporta un valor añadido a nuestro discurso, le da prestigio y nos hace parecer más cultos o inteligentes. Pero cuidado, puede que esta práctica nos aleje de nuestro receptor y no se transmita bien el mensaje.

Los traductores no lo tenemos tan fácil a la hora de decidir. Muchas veces nos encontramos en la disyuntiva de utilizar el término en español, si lo hay, o utilizar el extranjerismo que está más difundido en el sector. Si bien como lingüistas deberíamos utilizar siempre que haya un término equivalente en nuestro idioma ese término en español, no se puede ser más papistas que el Papa y tendremos que adaptarnos a la realidad. Si utilizamos el término en español puede que resulte chocante, incluso que no nos adaptemos a la terminología técnica del sector, que no nos entiendan bien los técnicos, pudiendo ser criticados y juzgados como “poco especializados en la materia”. En esta ocasión, ¿prima la riqueza del idioma o la transmisión y comprensión del mensaje? Pues no hay una norma estricta al respecto. Una vez más los traductores debemos analizar detenidamente cada caso particular, analizar el cliente y el usuario final, ahora bien, también sin olvidarnos que nuestra labor es verter todo a otro idioma y que no podemos optar por la solución sencilla “lo dejamos tal cual porque ellos así lo usan”.

Por su uso tan frecuente y extendido entre los hispanohablantes, la Real Academia se ve obligada a adoptar estos términos extranjeros y acaba por aceptarlos como correctos por no tener un equivalente que realmente se utilice en español. Se adoptan tal y como son o se modifica su escritura adaptándola a la pronunciación en nuestro idioma. Nos resultan particularmente curiosas en relación a la grafía las adaptaciones de croissant por cruasán, whisky por güisqui, piercing por pirsin o jacuzzi por yacusi.

¿Cuál es para ti la mejor opción? ¿Debemos traducir o adoptar palabras de otros idiomas? ¿Te has visto alguna vez en esta situación de decidir? ¿Has sufrido algún malentendido por usar una palabra en otro idioma que quizá no deberías haber empleado? ¿Conocemos cómo se escriben correctamente estos extranjerismos en español?

Nos gustaría conocer tu opinión y experiencia. Anímate y compártela con nosotros.