El reinado del doblaje

Retomando el tema de si es mejor conservar el idioma original o fomentar el idioma extranjero, nos surge la duda de si se deben doblar las películas y series procedentes de otros países con los que no compartimos el mismo idioma o si, por el contrario, se deberían subtitular.

Si nos detenemos un instante a pensar en esas series y películas extranjeras que llegan a España y que consumimos con bastante frecuencia como parte de nuestro tiempo de ocio, nos daremos cuenta de que prácticamente todas ellas han sido dobladas.

En nuestro país, el doblaje es una industria muy valorada y con mucha tradición. ¿La razón? No sabemos si habría una única razón, pero al menos una de ellas puede ser el escaso don de lenguas con el que contábamos y contamos los españoles, por mucho que nos pese. El cine mudo usaba un lenguaje universal, pero cuando se pasó al cine sonoro, el idioma supuso un problema que hubo que solucionar de forma eficaz y rentable. Al principio, se grababa la misma película en dos o más idiomas, aprovechando los escenarios e incluso los actores; más tarde, para abaratar costes, se optó por una nueva técnica bastante exitosa, el doblaje.

En España se crearon varios estudios de doblaje durante la década de los años 30 pero fue en los años 40, tras la Guerra Civil, cuando esta técnica no tuvo más opción que implantarse de lleno. Bastante similar a la ley de Mussolini, Franco instauró una orden en 1941 por la que quedaba prohibida la proyección cinematográfica en otro idioma que no fuera el español. Además, añadía que el doblaje deberá realizarse en estudios españoles que estuvieran ubicados en territorio nacional y por personal español. En principio, desde un punto de vista proteccionista del idioma, la medida resulta bastante lógica dado el auge del momento del cine internacional a nivel mundial.

Otra visión es aquella que se posiciona en el extremo contrario: si las películas no se consumen en el idioma original, se pierde gran parte de la interpretación de los autores. El doblaje se verá marcado por la aparición en escena de la censura, para así modificar aquellos “detalles incómodos” que no se querían transmitir al espectador.

Una anécdota bien conocida por todos los cinéfilos e interesados en la historia del doblaje es lo que ocurrió con la versión en español de la película americana “Arco de Triunfo”, donde Ingrid Bergman niega con un evidente movimiento de cabeza que el caballero que le acompaña sea su marido mientras que se escucha un rotundo “sí”. Algún que otro retoque de doblaje se hizo en otros tantos títulos de largometrajes procedentes del otro lado del charco durante esta época para evitar así la fastidiosa necesidad de cortar tomas completas de la película.

A pesar de que la prohibición se había anulado a finales de los años 40, era muy difícil encontrar películas en versión original en España hasta bien entrados los 70, época en la que este tipo de filmes se podrían ver en salas de proyección específicas. Aún en nuestros días, por norma general, las películas se doblan y debemos acudir a cines concretos para poder tener acceso a su versión original subtitulada.

Los traductores tenemos trabajo para rato, tanto como productores de texto para doblaje como para subtitulación. Cada opción tiene su intríngulis pero, en ambos casos, el traductor debe enfrentarse a los juegos de palabras, bromas y demás; a la localización de la película; al conocimiento que los espectadores tienen del imaginario colectivo, es decir, lo que se presupone que se sabe de antemano, además de tener que ceñirse a la duración de la escena.

Para el doblaje, es importantísimo que el traductor tenga en cuenta el movimiento físico de la boca del actor para elegir una u otra palabra para que encaje bien en el resultado final. Otro recurso que los traductores suelen utilizar en caso de que el discurso sea más largo de lo que debiera es emplear aquellos planos en los que no aparece la cara del actor para continuar con la frase que se estaba narrando. De todos modos, es bastante habitual que a la fase de traducción le siga una fase de adaptación que llevará ya a cabo la productora cinematográfica.

Por otro lado, la subtitulación tampoco es tarea fácil. Esta técnica se basa en tres máximas: el texto debe aparecer cuando los personajes empiezan a hablar; este debe verse en pantalla el tiempo suficiente para que al espectador pueda leerlo por completo y no debe permanecer mucho más tras haber dejado el actor de hablar. En este tipo de traducciones, se recurre a la síntesis y se suelen escoger palabras más cortas entre las opciones posibles para que el significado del argumento se mantenga.

A pesar de haber sido una opción bastante desfavorecida en nuestro país, la subtitulación poco a poco consigue más partidarios que la prefieren frente al doblaje o a la versión original. Es cierto que requiere un esfuerzo extra por parte del espectador el hecho de ver una película con subtítulos: debemos estar pendientes de las imágenes, del texto y del argumento, una de las principales quejas o excusas para no ver este tipo de películas. El séptimo arte está pensado para relajarse y disfrutar en la mayoría de los casos y muchos prefieren no tener que concentrarse en leer frases que a veces ni da tiempo a acabar y otras veces no expresan lo mismo que lo que se oye en el idioma original.

En ciertos países, como Portugal o Noruega, cuya lengua se considera minoritaria, el doblaje se ve relegado a un segundo puesto frente a la subtitulación. La causa principal es económica pues no resulta rentable. Esto hace que los consumidores de series y películas desde muy temprana edad estén habituados a escuchar el idioma original y leer al mismo tiempo. Este hecho refuerza uno de los argumentos de nuestros días a favor de la subtitulación, ya que se ha demostrado que las películas y series subtituladas ayudan a aprender nuevos idiomas. Como el oído está acostumbrado y nos apoyamos en el texto traducido, se entiende más el mensaje y se tiene mayor facilidad para hablar en el idioma extranjero, con expresiones y frases hechas y más vocabulario.

Otro hecho que aboga por la subtitulación es que las series –sobre todo las americanas– se emiten antes en los países de origen y son “traductores aficionados”, por llamarlos de alguna forma, quienes suelen crear los subtítulos para que estas se puedan ver por internet al día siguiente de su estreno en cualquier parte del mundo y en infinidad de idiomas. Al mismo tiempo, se prefieren en su versión original, subtitulada o no, por el hecho de que cada vez se aprenden más los idiomas extranjeros y en el idioma original no se alteran los matices de los diálogos, los giros de las interpretaciones de los actores, sus voces…

Como hemos podido ver, tanto la subtitulación como el doblaje son técnicas con las que debe emplearse a fondo el traductor si se quiere obtener un resultado de calidad. Cada una con sus adeptos y sus detractores, sus ventajas y sus desventajas, conviven en la actualidad en el panorama audiovisual español. Ahora bien, ¿mantendrá el doblaje su reinado o será destronada por la subtitulación o incluso la versión original? Lo iremos descubriendo con el paso del tiempo.

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