El traductor jurado

 

Cuando pensamos en un traductor, imaginamos una persona que trabaja frente a un ordenador rodeada de diccionarios de varios idiomas y consultando glosarios y bases de datos en páginas web imposibles de encontrar si no se tiene una experiencia y práctica previas. Si bien con frecuencia en el lenguaje popular se hace referencia al intérprete con la misma denominación de “traductor”, su labor es bien distinta. Esta frase corta hace entender la diferencia fundamental entre estas dos profesiones: traductor es quien escribe e intérprete es quien habla. Una explicación muy escueta pero que aclara bastante quién hace qué.

Nos vamos a centrar en esta ocasión en la figura del traductor-intérprete jurado. Si existe cierto desconocimiento en cuanto a las funciones de un traductor, cuando hablamos de traductores-intérpretes jurados o traductores oficiales, como se les llama en otros países, la duda aumenta. Podríamos resumir las labores del traductor-intérprete jurado si decimos que es quien traduce un texto a otro idioma confiriéndole validez legal al certificar que la traducción contiene exactamente la misma información que el texto original. Los traductores-intérpretes jurados son responsables del contenido de la traducción.

Puede que no se entiendan bien las funciones de un traductor-intérprete jurado sin su aplicación práctica. Si recurrimos a los casos más frecuentes, se solicitan traducciones juradas de documentos como títulos y expedientes académicos, certificados de antecedentes penales, documentos de identidad o pasaportes, certificados de nacimiento o de matrimonio, vidas laborales, etc. Se trataría de documentos expedidos por organismos públicos como ministerios o delegaciones y consejerías u oficinas de la administración pública.

También se pueden realizar traducciones juradas de documentos “no oficiales” de los que se requiere una certificación que lo acompañe en la que se asegure que el contenido incluye exactamente lo que el original recoge: declaraciones de experiencia de empresas, certificados de obra, currículos y cartas de recomendación, cuentas anuales… Normalmente las instituciones, organismos o entidades que solicitan este tipo de traducciones pretenden cerciorarse de que no se ha modificado en la traducción el contenido de los documentos originales para el beneficio de la persona interesada.

¿Cómo llegar a ser traductor-intérprete jurado?

Es el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación quien concede este título y para llegar a ser traductor-intérprete jurado hay que aprobar una serie de exámenes que este Ministerio convoca. Durante algunos años, debido a un acuerdo con ciertas universidades de Traducción e Interpretación, el MAEC otorgó este título sin necesidad de presentación al examen, siempre que se hubiera superado un número mínimo de créditos en asignaturas de traducción jurídica y/o económica y en interpretación de la lengua para la que se solicitaba el nombramiento. Ahora bien, esto duró poco quizá por la proliferación innecesaria de traductores con este título teniendo en cuenta la demanda del mercado y, según se ha constatado, dado el bajo nivel formativo y la mala calidad de las traducciones juradas. Todos aquellos que cursaban el último año de la licenciatura en traducción e interpretación y reunían estos requisitos, podían solicitar título de traductor-intérprete jurado, siendo el 30 de septiembre de 2015 la fecha límite, momento en el que este procedimiento dejaría de aplicarse. Como órgano que otorga este título, es el mismo Ministerio quien trata de uniformizar, regular y controlar la presentación de las traducciones.

Los exámenes que realiza el Ministerio ahora se han endurecido con lo que pretenden elevar el nivel de exigencia y calidad de los traductores-intérpretes jurados y de su trabajo. No obstante, hay varios aspectos de estas pruebas que generan controversia. Como requisito formativo de los candidatos, se indica que se ha de tener un título de graduado o licenciado español o extranjero que haya sido homologado en España, sin especificar cuál, por lo que no se exige formación en traducción e interpretación alguna. Por otra parte, durante dos de las tres pruebas escritas, no se permite consultar diccionarios, lo que no tiene similitud alguna con el desarrollo de la profesión de traductor en circunstancias reales, puesto que para realizar el trabajo se consulta continuamente esta herramienta además de glosarios, textos paralelos, documentos de internet, opiniones de expertos del sector…

Con frecuencia se añaden “privilegios” al escuchar hablar de que los traductores-intérpretes jurados son fedatarios públicos. El MAEC aclara que no son funcionarios del Estado, únicamente dan fe de que la traducción recoge de manera completa y fiel el contenido del texto original. Durante la carrera universitaria, se le da mucho bombo al hecho de ser traductor-intérprete jurado y parece que va a ser la panacea, que se cobra mucho dinero por traducciones cortísimas, que un traductor jurado tendrá muchísimo volumen de trabajo, etc. Algunos clientes equiparan nuestras funciones a las del notario e incluso a veces nos piden que acortemos una escritura centrándonos en lo básico o que añadamos un párrafo a la traducción que no aparece en el original para explicar algún detalle que quieren destacar. Pero eso no se puede hacer, un traductor jurado debe limitarse a reflejar de la mejor forma posible sola y exclusivamente el contenido del original, pero no puede hacer particiones o extracciones del mismo. Además del contenido, el traductor jurado debe reflejar cualquier marca, sello o firma que exista en el documento. Así pues, la traducción jurado debe identificarse visualmente con su original, es decir, debe copiar su forma lo más estrictamente posible. Es por esto que la traducción jurada es minuciosa y lleva su tiempo.

Y volviendo al tema de “fedatarios públicos”,  el hecho de jurar una traducción, de poner el sello y firma en el documento implica asumir una responsabilidad. Así pues, si uno no se ve capacitado para llevar a cabo una traducción, por los motivos que sean, es mejor no hacerla, puesto que de resultar mal se puede ver involucrado en graves problemas en el futuro. Y es que, como no se puede saber de todo, algunos traductores jurados  empiezan jurando las traducciones realizadas por otros profesionales bien porque los consideran más expertos en la materia, bien porque son nativos de la lengua a la que se traduce, todo ello en el ánimo de hacerlo lo mejor posible, y acaban “comercializando” con su papel firmado y sellado sin controlar qué es lo que al final se jura.  Sin adentrarnos en ninguna crítica, cabe recordar que somos profesionales y… que LO ESCRITO PERMANECE, LAS PALABRAS VUELAN…